En primer lugar, hay que aclarar que el capitalismo no es un sistema político-económico, sólo es un instrumento de acumulación de capital. Un instrumento que encaja bien en cualquier sistema político-económico, recordemos que en la Unión Soviética también existían formas de capitalismo bastante peculiar, un capitalismo en donde los medios de producción le pertenecían al Estado. Lenin jamás previó, ni en sus más horrendas pesadillas, que su revolución contra el zar de 1917, incorporaría al capitalismo que tanto había defenestrado, años después de su muerte. Si bien es cierto, aquí los mecanismos de mercado no existen porque es el Estado el que se encarga de suplir todas sus funciones, el medio de acumulación de capital sigue existiendo, sólo se puede decir que la relación de producción en la economía soviética cambiaba los agentes económicos, al presentar todas las características que conocemos, la relación se daba entre el aparato estatal y la clase trabajadora. En el mismo sentido, se puede decir que en el fascismo también existió capitalismo, cuando hablamos de los gobiernos de Hitler, Mussolini o Franco, lo primordial que hay que decir es que son formas de socialismo nacionalista, aquí prima el espíritu nacional y esto no necesariamente significa que el capitalismo, como medio de acumulación, deje de existir. De la misma forma que el capitalismo encuentra oxígeno dentro del socialismo y el fascismo, resulta obvio que, dentro de sistemas políticos-económicos más contemporáneos, también existan medios capitalistas. La social-democracia y el mercantilismo (este último erróneamente conocido como neo-liberalismo), por ejemplo, también admiten dentro de sus estructuras la existencia del capitalismo. En ambos sistemas puede decirse que el capitalismo es el motor que permite conseguir los propósitos políticos de turno. Sin el capitalismo, la social-democracia no tendría forma de financiar su Estado de bienestar. Sin el capitalismo, el mercantilismo no tendría forma de asignar la riqueza entre los privilegiados del gobierno. Y al final, si el capitalismo puede llegar a cumplir su fin bajo sistemas completamente hostiles (socialismo, fascismo), como también en sistemas medianamente adversos (social-democracia, mercantilismo), es evidente que, en un sistema abierto y sin las restricciones de los anteriores, el capitalismo multiplique sus resultados en forma exponencial, y sólo en un sistema político-económico liberal, esto es posible.
En segundo lugar, ahora corresponde responder la pregunta central de este artículo:
¿Es el capitalismo el problema que tenemos en nuestro país?
Habiendo dejando claro que el capitalismo sólo es un instrumento que se amolda a cualquier sistema, evidentemente la respuesta es no; el capitalismo no puede ser un problema, tampoco puede ser una solución. El capitalismo no puede ser tal cosa porque sólo es un medio, en todo caso, si es que algún problema existe en nuestro país, podría ser gracias al sistema político-económico que tenemos. En este sentido, ahora toca identificar cuál es el sistema político económico que hoy rige en nuestro país.
Cuando mis docentes despotricaban (y sé que lo siguen haciendo) en contra del capitalismo neo-liberal, no estaban del todo equivocados. Aquí podría hacer una descripción detallada de todo lo que implica el neo-liberalismo pero sería en vano, sólo diré que el neo-liberalismo es un eufemismo ramplón y malintencionado, los “intelectuales” de izquierda, durante años, se han encargado de difuminar esta perversión por todo el continente. Perversión que no tiene otro objetivo que confundir a la gente y hacerles creer (como lo intentaron conmigo) una realidad totalmente distinta. El denunciado neo-liberalismo no es otra cosa que mercantilismo puro y duro. Un sistema que se basa en privilegios. El Estado favoreciendo a unos pocos privados. Como suele escucharse en las calles, “el gobierno de los ricos”. Más allá del nulo presupuesto conceptual de la mayoría de personas de nuestra sociedad, este reclamo está plenamente sustentado. Para nadie es un secreto que nuestro sistema sólo funciona para la élite privilegiada por el gobierno, esos contados empresarios que se benefician de la benevolencia del gobierno y logran así, burócratas y empresarios, multiplicar sus cuentas en el extranjero. Se trata de una vil alianza entre grandes privados y el Estado, una ecuación que sólo los beneficia a ellos y excluye al resto de la población.
Bien, ahora sabemos que: 1) el capitalismo no es un sistema político-económico y por lo tanto, 2) no es el origen de nuestros problemas. Sabemos también que el sistema que tenemos en nuestro país, el tristemente célebre “neo-liberalismo”, no es más que mercantilismo y es el origen de todos los males. Este es el único punto en el que podría estar de acuerdo con mis docentes, en el diagnóstico que pueda hacerse de nuestra situación. Evidentemente estaremos muy convencidos que los resultados que tenemos son desastrosos y que, para revertir la situación, es imperativo cambiar muchas cosas. Y aquí es donde derribar las mentiras establecidas, cobra notoria importancia. Cuando se confunde el capitalismo -que, reitero, es sólo un instrumento- con un sistema político-económico y, a partir de esto, se lanzan juicios de valor a diestra y siniestra, lo normal es que se caiga en errores conceptuales que, como se han visto a lo largo de la historia, suelen tener consecuencias terribles. Y esto es lo que nos ha estado pasando desde el inicio de nuestra vida republicana, el capitalismo que siempre hemos tenido es un capitalismo sumamente intervenido, propio de sistemas que asfixian el mercado. Como antes había señalado, el único sistema político-económico que permite que el funcionamiento del capitalismo se traduzca en resultados positivos, es el liberalismo. La experiencia de aquellos países que, en poco tiempo, han llegado a la vanguardia del crecimiento y el bienestar, son aquellos que, partiendo de sistemas altamente coercitivos, han ido liberando sus mercados y permitiendo que el capitalismo, con cada vez más altos grados de libertad, haga su trabajo.
Y por último, es necesario hacer una aclaración de mencionado en el párrafo anterior. Hoy en día, no existe ningún país que haya incorporado un capitalismo de libre mercado genuino. Ningún país en el mundo puede hacer gala de regirse por el famoso laissez faire, laissez passer. Sólo existen algunos países con un capitalismo muy cercano a esta idea. De todo esto podemos inferir que, mientras más libre sea el capitalismo, mejores resultados ofrece. Si vemos las maravillosas experiencias de Hong Kong, Mónaco y Liechtenstein, encontramos que son las zonas que cuentan con el capitalismo más libre del mundo y, agregando a países como Suiza, Australia, Nueva Zelanda y Singapur, podemos apreciar que también son los lugares que concentran mayor riqueza, esto, como es natural, se traduce un niveles de bienestar social muy elevados.
Los mitos y la demagogia se han impregnado en las universidades, uno de los pocos espacios que quedan para la reflexión y la academia. La confusión inducida por cientos de docentes ha hecho mella en la sociedad, a tal punto que la mayoría de reclamos sociales van en el sentido contrario. La gran mayoría está desprovista de información y conceptos, es por eso que los demagogos han tenido un éxito sin precedentes en sus perversas intenciones. La gente siempre estará vulnerable ante la verborrea de aquellos inescrupulosos, es por esto que no hay nada más importante que hacerle frente en el terreno que, durante años, ha sido el más descuidado por los que creemos en las bondades de la libertad. Como bien dice Murray Rothbard, todo lo hemos ensayado, hemos tenido sistemas políticos-económicos diversos y todos han fracasado, ¿qué otra cosa nos queda más que ensayar la verdadera y genuina libertad?
Escrito por: Erick Yonatan Flores Serrano (Coordinador General del Instituto Amagi – Huánuco)
Fuente: Catarsis y Harakiri
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